Registra Morkin travesía musical

AutorRicardo Garza Lau

La psicología fue la primera corriente que lo arrastró, pero no era lo suyo. Necesitaba acción. No deseaba encerrarse en la burbuja de un consultorio oyendo historias: quería contarlas.

Por eso, luego de tres años, abandonó esa carrera para iniciar de inmediato estudios de cine y teatro.

Tras graduarse, Sergio Morkin recorrió casi todos los senderos del cine, desde camarógrafo en cintas de ficción hasta dirigir videos corporativos, pero la oportunidad de despegar con sus propias alas no llegaba.

Cierto día de 1999 tocó a su puerta un amigo acompañado de Óscar, un taxista que en medio de la debacle económica argentina se dedicaba a intervenir artísticamente los anuncios publicitarios que bombardeaban su vista mientras conducía por las avenidas porteñas.

"Nos miramos y hubo una vibración muy fuerte", relata Morkin.

Con equipo prestado y casetes reciclados, el documentalista comenzó a grabar la original protesta-propuesta, y la magia del personaje lo cautivó tanto que consideró hacer su primer largometraje sobre el taxista.

Nadie creyó en esa posibilidad, así que editó un corto de 7 minutos con el que convenció a algunos y recibió apoyo de otros.

Tres años después, en 2004, el documental Óscar estaba terminado, y su director fue invitado al Festival Internacional de Cine de Guadalajara, donde obtuvo el premio a mejor largometraje.

"Oscar es una película que habla de un hombre que lucha por defender su libertad, que dentro del caos nacional produce una obra, que habla del amor y del arte", comenta.

Durante los días que tardó el premio en ser entregado, Sergio conoció la calidez mexicana y decidió no volver a su país natal. La siguiente corriente lo condujo al Festival de Cine Latino de Todos Santos (Baja California Sur), localidad que adoptó como lugar de residencia.

En ese sitio se dedicó a impartir talleres y a grabar documentales sobre la vida en la región. La cámara de los secretos fue un proyecto que realizó en una escuela primaria rural del pueblo de Elías Calles.

Mientras trabajaba en eso, la puerta de su casa volvió a ser tocada: eran los Ginger Ninjas, una banda de rock estadounidense que venía en bicicleta desde California y planeaba llegar hasta Palenque. En cada pueblo que se detenían brindaban un concierto cuya energía eléctrica era generada con el pedaleo de una a tres personas.

"Cuando el líder de la banda me dijo que pretendían demostrar que no todos los gringos querían conquistar el mundo y hacer la guerra por el petróleo, sino...

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