Montreal: Contrastante por naturaleza

AutorGermán Nava

EL NORTE / Enviado

Hace 35 años, del 26 de mayo al 2 de junio de 1969, los ojos del mundo voltearon hacia el este canadiense para observar a uno de los grandes ídolos de la música encerrarse en la habitación de un hotel con su esposa y simplemente pedir paz para la humanidad.

Se trataba de John Lennon, que poco antes se había casado con Yoko Ono y que encontró en una suite del Hotel Reine Elizabeth, de Montreal, el punto ideal para hacer pública su ideología.

Hoy, usted puede hospedarse en esa misma habitación por unos 440 dólares americanos la noche y revivir el famoso "bed-in for peace", momento clave en el entorno social de finales de los 60.

Pero antes de ir a Montreal debe prepararse para algunas sorpresas.

Olvide la perfección habitual de las ciudades canadienses, deje en casa los prejuicios y de ninguna manera dé por hecho que usted habla un buen inglés o un francés aceptable.

Lo que más llama la atención de la segunda urbe más grande de Canadá, después de Toronto, no es su característica ciudad subterránea, por donde se mueve diariamente más de medio millón de personas, ni su ecléctica arquitectura, que mezcla el vanguardismo de los rascacielos con antiguas iglesias en una misma cuadra.

Tampoco es el hecho de haber sido sede de la Feria Universal de 1967 o de los Juegos Olímpicos de 1976, que, por cierto, fueron un desastre financiero y que estuvieron envueltos en una serie de boicots por parte de países africanos, principalmente.

Lo más llamativo de esta ciudad fundada por los franceses en 1642 es su ambiente, que ha logrado mezclar la tradición de Inglaterra, la clase de Francia y el modernismo canadiense; una atmósfera que combina el sabor latino con el pragmatismo anglosajón y que candente inunda las calles, los cafés, restaurantes, bares y centros nocturnos.

Es un coctel que se respira en el aire y que no sería posible sin el factor más sobresaliente: su gente, contrastante, cautivante por naturaleza, no sólo por su belleza física, sino por su amabilidad y sofisticación.

Un consejo: cuando hable con ellos no trate de entenderles desde el principio.

Escuchar a un montrealense puede ser una experiencia decepcionante. Su...

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