Desde mi ladera/ El monstruo de la música

AutorJuan López

Corre la anécdota que en cierta ocasión fue preguntado Wagner, ciertamente grande entre los grandes de la música, sobre quién había sido el mejor músico de la historia; con toda la modestia del mundo, el maestro contestó que definitivamente el más grande de todos los músicos de la historia era él y nadie mas que él.

Como usted debe comprender, el interlocutor insistió una y varias veces, en la creencia que el maestro Wagner bromeaba, pero por fin se dio cuenta que el maestro hablaba en serio y muy en serio; ante esta actitud, al interlocutor no le quedó otra que preguntarle al maestro quiénes de los músicos se le acercaban, la contestación inmediata del modesto Wagner fue que ninguno... ninguno... ninguno.

Impertérrito, el interlocutor insistió con la pregunta de quiénes eran los menos lejanos; Wagner contestó que eran Mozart y Bach.

No contento con la contestación, el interlocutor le preguntó al maestro si acaso Beethoven no era músico; el maestro, con todo aplomo, contestó que el Gran Sordo no había sido músico.

Más que molesto, el interlocutor le gritó a Wagner "entonces ¿qué fue Beethoven?". Y el maestro Wagner a gritos contestó: "Beethoven fue la música... es la música y será la música".

La anécdota escrita en los párrafos anteriores ilustra la importancia que tiene el que nos asomemos a la vida de Ludwig Van Beethoven, para decir dos o tres cosillas sobre el inmortal sordo.

Rompiendo moldes

"No existe regla que no pueda ser infringida por la belleza". Beethoven resume con estas palabras, aun sin proponérselo, su credo estético y revela una característica fundamental de su personalidad. Resultan palpables el dominio técnico, la formación y base clásica, el respeto a las leyes inmutables del ritmo, de la tonalidad y de la inspiración; mas lo que da singularidad a la figura es su actitud de crear con arreglo a los propios impulsos, sin afán de rebeldía, pero también sin preocupaciones que lleguen a limitar posibilidades.

16 de diciembre de 1770 y 26 de marzo de 1827; fechas de nacimiento y muerte del genial músico. Ya en ellas el equilibrio, la situación en el fiel en una balanza cuyos platillos recogen, a un lado, la herencia del Siglo 18; al otro, las ambiciones artísticas del Siglo 19.

El clasicismo, de una parte; de la contraria, el romanticismo. El viejo mundo, que se despide en triunfo, y el mundo nuevo, que se los promete inigualados.

De Bonn a Viena la existencia sigue un curso dramático, sin apenas placenteros remansos.

De Bonn a Viena, Beethoven cede al sino musical. Nada ni nadie, ni las desgracias, ni las incomprensiones, ni las dificultades cortarán su vuelo ni su dedicación al trabajo.

Incluso los más admirables brotes de su espíritu nacen por todo género de incitaciones, hasta por simples impulsos de necesidad material. Así, al pasmo que...

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