Carlos Monsiváis / La cultura jurídica y el 'delito de las multitudes'

AutorCarlos Monsiváis

No es por obtener de uno de los pilares de la República el arrepentimiento que lo salve del pecado ("¡Oh, Patria, no soy digno de mirar el rostro de la Constitución!") que me parece indispensable una historia social del Poder Judicial, sino porque, "fiel a su espejo diario", con las debidas y honrosas excepciones, la aplicación de la ley ha sido la saga de la infamia presuntuosa. Hay historias del derecho, y algunas excelentes como las de Guillermo F. Margadant, pero se ocupan del crecimiento de las instituciones, no del comportamiento de sus representantes. El desastre judicial se ha dado a nombre de "las razones de Estado" o de "la aplicación de la ley", ajustada por lo común a criterios de compra/venta, que se apoyan en tradiciones racistas, clasistas, sexistas.

La experiencia histórica nunca deja mentir a los críticos. Allí están la pulverización de la justicia durante la dictadura de Porfirio Díaz, las explicaciones "legalistas" del golpista Victoriano Huerta; la construcción (blindada) de la impunidad durante la etapa "institucional" del régimen de la Revolución Mexicana (1940-2000), la invención al mayoreo de "culpables", la producción tarifada de "inocentes" y los expedientes al vapor, en síntesis, lo aceptable en el universo de los juzgados, ese lugar común internacional tan maravillosamente descrito por Dickens en su obra maestra Bleak House (1852-1853): "En los momentos actuales sigue en el Tribunal un pleito comenzado hace cerca de veinte años, en el que se sabe que han comparecido de treinta o cuarenta abogados al tiempo; se han consumido setenta mil libras en costos; se le ha llamado un pleito amistoso y, según se me afirma, tan cerca está de terminarse como cuando se inició". (Del prólogo de la novela).

La ley, la suma de procedimientos que alienta la desesperanza. En la etapa más violenta de la Revolución, las matanzas de la facción derrotada se contabilizan prácticamente como suicidios en masa, y los asesinatos de opositores desarmados se justifican "porque querían armar un alboroto" (Ver por ejemplo la matanza de campesinos sinarquistas en la Plaza Mayor de León, Guanajuato, el 3 de enero de 1946. Hay elecciones de presidente municipal en León, se produce una "legión de irregularidades", hay protestas y al candidato de la Unión Nacional Sinarquista se le acusa de "subversión" y de "insultar la persona del Ejecutivo Federal". Se inicia el mitin y desde las azoteas los soldados disparan. El conteo oficial: 22 muertos y 70...

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