Mónica Guerrero / Violencia aprendida

AutorMónica Guerrero

Desde el inicio de la "Guerra contra las Drogas" una ola de violencia brutal azotó al País como un tsunami y expuso a la vista de todos la cara más cruda de México.

Cuerpos mutilados y torturados fueron tirados en vías públicas y fosas clandestinas con miles de restos humanos aún son descubiertas y reportadas en las noticias y nuestras redes sociales. La violencia no termina.

Ante el horror, la pregunta más habitual entre "nosotros" suele ser ¿quiénes cometen estos actos de crueldad?

Desesperados levantamos muros, desplegamos militares, buscamos "blindar nuestras fronteras" de la barbarie, como expresó recientemente el Gobernador Samuel García.

Pero ¿cómo nos protegemos de nosotros mismos?

El discurso gubernamental de la "Guerra contra las Drogas" ha creado un enemigo común y con él, un discurso binario de ellos y nosotros.

Sin embargo, contrario a lo que creemos, la criminalidad de nuestro País no forma parte de otro mundo ni se mueve en dinámicas ajenas a la de nosotros, sino que se nutre de la sociedad en la que todos coexistimos.

Lo que destapó y exacerbó la "Guerra contra las Drogas" fue una realidad que ya existía: millones de mexicanos sobreviven en un sistema social y económico machista, violento y profundamente injusto.

Ellos -quienes realizan actos de violencia extrema; que torturan, que violan, que mutilan, que desaparecen cuerpos en la cotidianeidad- no se crearon por generación espontánea ni nacieron violentos.

Desde niños aprendieron que la violencia era la moneda de cambio para sobrevivir en un mundo y un país que los margina. Como escribió Sergio Aguayo, "la delincuencia tiene una sólida base social construida con violencia".

Ése es el principal hallazgo del libro de Karina García Reyes, "Morir es un Alivio", que consta de una serie de entrevistas sobre la vida de 12 ex narcotraficantes.

Los narcotraficantes, sicarios y halcones son personas que generalmente crecieron en contextos de violencia familiar, abuso sexual, abandono de padres o cuidadores, trata de personas y pobreza.

Los jóvenes involucrados "nacieron y crecieron en medio de muchas violencias", concluye Reyes en su libro, "de tal manera que cuando se enfrentaron a un nivel de agresividad superior, un nivel letal, no lo sintieron como un cambio tan radical".

La capacidad de violentar está tan normalizada porque, ante un país en donde las instituciones de justicia y seguridad no brindan protección para los niños y jóvenes en situación de...

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