Un modernista entre las llamas

AutorLourdes Sierra

El 17 de febrero de 1600, en una plaza pública de Roma, la Santa Inquisición quemaba vivo, no sin cierto temor, al primer promotor de la ciencia moderna.

Giordano Bruno fue un filósofo apasionado de la ciencia que se preocupó por difundir y compartir los conocimientos a la gente común. Percibió un universo diferente, el mismo que ahora, con instrumentos, el humano ha podido observar.

Su imaginación sobrepasó los límites permisibles de las creencias religiosas y, como tenía el valor de la convicción, se atrevió a manifestar que las cosas no son precisamente como parecen o como nos hacen creer.

Fue el primer hombre en liberar a la mente de los pensamientos ortodoxos.

Una Tierra que no se mueve

La idea de que el Sol se encuentra fijo en el centro de nuestro sistema solar y de que la Tierra es la que gira sobre su propio eje y orbita al Sol, la había concebido hace aproximadamente 2 mil 300 años Aristarco de Samos, un sabio de las Islas Jónicas.

Durante más de mil 800 años no se volvió a tocar el tema abiertamente; en parte porque la Iglesia se basaba en la "ciencia" de Aristóteles, y luego en la de Ptolomeo, que decía que la Tierra era el corazón del universo.

En el siglo 16 apareció Nicolás Copérnico, quién seguramente se basó en Aristarco, y confirmó matemáticamente que el planeta no tiene una posición privilegiada en el universo.

Su libro Sobre las Revoluciones de las Esferas Celestes, publicado en 1543, asestó un golpe durísimo al geocentrismo y por lo tanto al antropocentrismo: el hombre dejaba de ser el centro del universo.

Con Copérnico se inició la ciencia moderna, aunque su innovación se comprendió y se popularizó muchos años después, pero este científico se libró de ser condenado por la Iglesia, ya que murió a las pocas horas de recibir el primer ejemplar de su obra, que en 1616 el Santo Oficio colocó en la lista de libros prohibidos, a pesar de que los astrónomos aceptaban su teoría.

Extraterrestres y relatividad

Giordano Bruno nació en Nola, Italia, en 1548 (cinco años después de la muerte de Nicolás Copérnico).

Aunque se ordenó sacerdote Dominico, desde estudiante mostraba su carácter rebelde y su franqueza al hablar.

Su capacidad y sus conocimientos le hacían concebir un mundo diferente que no cuadraba con las doctrinas teológicas de la Iglesia.

Giordano no dudaba de Dios, pero sí de los dogmas impuestos por Roma y de los castigos que aplicaba. Luchó incansablemente por el derecho a la libertad de pensar, afirmando que el...

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