Mochilazo en el tiempo

Los calendarios que no envejecenEl día de hoy usted quitará la última hoja de su calendario. Si aún no tiene remplazo, los de Jesús Helguera son una gran opción para engalanar su hogar y preservar las tradicionesMauricio Mejía Castillo

Edición: Carlos Villasana

EL UNIVERSAL?Mi padre tuvo la visión de que estos calendarios no iban a pasar de moda?, dice a EL UNIVERSAL, Mauro Fuentes, voceador del puesto de periódicos ?La Chulita?. Fundado en 1919 y establecido desde entonces en la esquina de las calles Tacuba y Filomeno Mata, en el centro de la capital, ?La Chulita? llama la atención de los paseantes por las decenas de imágenes que tapizan sus paredes de lámina.

Hermosas Manolas con matilla y abanico, charros llevando serenata, rancheras a caballo, mujeres con jícaras michoacanas, toreros garbosos o en su lecho de muerte, lo mismo que una alegoría de la Patria guiando a niños, se acomodan para ofrecer a la vista un caleidoscopio nacionalista que enmarca el Palacio de Minería. Estas ilustraciones son apenas un pretexto para insertar bajo ellas seis hojas marcadas con los 12 meses del año. Una firma se repite en casi todos los cromos: Jesús Helguera.

Don Mauro recuerda cómo su puesto ?La Chulita? empezó a ser famoso por vender esos calendarios. ?A finales de los años 30 llegó mucho extranjero a México. Les llamaba mucho la atención estos (calendarios) que le regalaban a mi padre en los expendios de dulces y cigarros donde se surtía en la Merced. Se dio cuenta que era buen negocio el venderlos y empezó a comprar por rollos los calendarios. Los vendía a cuatro pesos o dos dólares?. Hoy cuestan 50 pesos cada uno, para mexicanos y extranjeros.

Don Mauro era niño cuando su padre le dijo un día: ?Ese que está ahí es Jesús Helguera?. Vestido con una yompa (bata de mezclilla, muy usada por pintores y escultores), el artífice del arte calendarístico estaba parado tras un grupo de personas que admiraban sus obras, colgadas en el muro frontal de la entonces Secretaría de Agricultura y Fomento. Nadie sabía que el autor estaba escuchando sus elogios. ?Le gustaba saber lo que la gente decía de sus cuadros?.

El señor Fuentes explica que en aquella época, el calendario era una de las mejores propagandas que tenían las empresas. Por ello, contrataban pintores para que les hicieran imágenes para calendarios ex profeso. Muchos artistas se hicieron famosos por estos trabajos. Eduardo Cataño, Jaime Sadurní, son algunos de los que recuerda el señor Fuentes. ?Pero...

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