'El Mochaorejas' llega a Hollywood
| Autor | Alberto Aguirre M. y Rodrigo Cervantes |
"Hubo cuatro secuestros en la Ciudad de México en los últimos seis días, cuatro diarios. ¿Qué piensa de eso, mister Creasy?", pregunta la pequeña Pita Ramos, interpretada por Dakota Fanning, al ex marine contratado por su padre para hacerse cargo de su seguridad, encarnado por el ganador del Oscar, Denzel Washington.
Es una de las escenas de Man on fire, la película de drama y acción que el director inglés Tony Scott filmó a lo largo de casi seis meses del 2003 en México y que se estrenó este fin de semana en Estados Unidos para mostrar a la audiencia de ese país la realidad de uno de los principales problemas de su vecino del sur: el secuestro.
Las cifras que cita la niña corresponden exactamente a la estadística de diciembre de 2002, cuando el cineasta y su guionista, Brian Helgeland, hacían la adaptación de la novela de A.J. Quinnell, a la realidad mexicana.
Scott ha ganado reconocimiento mundial a lo largo de dos décadas de carrera como cineasta. Hermano de Ridley Scott (Blade runner, Gladiador), en sus primeras películas pudo dirigir a artistas de la talla de Tom Cruise, en Top Gun (1986) y Días de trueno (1990); Eddie Murphy, en Un detective suelto en Hollywood II (1987); Bruce Willis en El último boy scout (1991) o Christian Slater en La fuga (1993), a partir de un guión de Tarantino.
Desde 1995, el cineasta ha adaptado novelas para la pantalla grande. Ese año trabajó con Washington y Gene Hackman en Marea roja; en 1996 dirigió a Robert De Niro y a Wesley Snipes en The Fan; en 1999 juntó a Hackman con Will Smith en Enemigo público y en 2001 su mancuerna estelar fue con Robert Redford y Brad Pitt en Juego de espías.
El denominador común de esas películas -protagonistas en situaciones límite- se mantiene en Man on fire, además del otro sello distintivo de Scott como cineasta: un entorno sórdido y con referencias verdaderas a la realidad del país escogido para la historia.
Para retratar la realidad del secuestro en México, Tony Scott, su guionista, Brian Helgeland, y sus asistentes, Peter y Adrian Grunberg, entrevistaron a más de un centenar funcionarios de la Agencia Federal de Investigación (AFI) y de la Procuraduría General de la República (PGR) en activo, ex policías de ambas corporaciones, y víctimas del más sanguinario de los secuestradores mexicanos, Daniel Arizmendi, El Mochaorejas.
En Man on fire, una cámara en movimiento constante resalta los altos contrastes sociales de la Ciudad de México, donde se ubica la historia en los tiempos actuales, y lleva al espectador de Las Lomas de Chapultepec, donde raptan a la niña, a Los Arcos, el barrio de Nezahualcóyotl donde los secuestradores tienen su guarida.
También se ilustra el clima de inseguridad pública, la connivencia de las autoridades con el crimen organizado, y el trabajo profesional y dedicado de algunos elementos de la AFI en el combate a las bandas criminales.
Los paralelismos con la banda de El Mochaorejas son indudables. Los líderes secuestradores se llaman Daniel y Aurelio Sánchez (en obvia referencia a Daniel y Aurelio Arizmendi); mantienen a sus víctimas desnudas y encadenadas y sin remordimientos les mutilan, para presionar a sus familiares. El líder de la organización criminal simultáneamente es devoto de la Virgen de Guadalupe y de la Santa Muerte, y su segundo procede con una violencia inaudita.
El reclutamiento
En el verano de 2001, Tony Scott comenzó a desarrollar el proyecto de la nueva versión de Man on fire. Además de Milán, el cineasta contemplaba a Sao Paulo, Brasil, y a la Ciudad de México como escenarios de la trama y programó un viaje a cada lugar.
En una de sus visitas al Distrito Federal incluso pudo estar en algunas de las casas de seguridad que Arizmendi utilizó para mantener a sus víctimas en cautiverio.
Una de las primeras personas que contactó en México fue a la periodista Rossana Fuentes-Beráin, quien en 1997 participó en la cobertura que Reforma diseñó para investigar las...
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