Los mitos del teatro

AutorFernando de Ita

¿Cómo se hacen los mitos? ¿Dándole a la realidad la densidad del sueño? ¿Dándole al sueño el aspecto de la realidad? ¿Las leyendas son una forma de embellecer el pasado, o una manera de criticar el presente idealizando lo que sólo fue algo tan ordinario como el día de hoy, en el que todos, creo, tenemos la vaga certeza de estar vivos. ¿O es que las cosas fueron realmente legendarias y hubo, en efecto, una edad gloriosa, en la que el teatro en Xalapa fue una fuente de luz sobre los escenarios? Los mitos en el teatro mexicano del siglo 20 son curiosos. Hacia 1928 un puñado de jovencitos afrancesados, cansados del teatro decimonónico que se daba en los teatros de la Ciudad de México, le pidieron a una chava con tendencias suicidas su casa en la calle de Mesones, para tejer un mito: Teatro de Ulises. Los chamacos eran Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Carlos López Moctezuma, Celestino Gorostiza, Roberto Montenegro y demás autores, actores, pintores, animadores culturales, que le dieron al teatro mexicano, en la primavera del siglo 20, el sentido de la modernidad, en un país en el que se estaban poniendo las bases del Partido Revolucionario Institucional, es decir, en una sociedad sojuzgada por el poder del padre, del jefe, del poder absoluto.

La chava con tendencias suicidas era, por supuesto, Antonieta Rivas Mercado. Digo por supuesto, y me pregunto cuántos de los jóvenes aquí presentes conocen, al menos de oídas, los amores tormentosos de Antonieta y José Vasconcelos. No importa. Alguien, aquí, los recuerda, de eso estoy seguro, y eso es lo que hace la diferencia; quiero decir lo que construye el mito, que no es otra cosa que una defensa de la memoria frente al olvido.

Por eso me llama la atención que uno de los movimientos teatrales más importantes del siglo 20 mexicano, como fue la creación del teatro independiente, en los años 40, no sea un mito, ni una leyenda, sino una curiosidad hemerográfica para los investigadores.

Resulta que otro famoso desconocido para las nuevas generaciones, como fue Seki Sano, animó a Ignacio Retes, Hebert Darien, Lola Alvarez Bravo, Luz Alba y a otros fantasmas de la historia de nuestro teatro, a ocupar pequeños foros para poner en escena un teatro tan diferente a las convenciones dramáticas de la época, que sólo se pudo hacer en los foros de los sindicatos, cuando el sindicalismo en México no era la cueva de PEMEX sino la avanzada de la clase trabajadora.

¿Por qué ese teatro político, en el mejor sentido de...

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