El mito del centralismo

AutorRené Ceceña Álvarez

Uno de los argumentos más recurridos por quienes impulsan la reforma al artículo 122 constitucional ha sido resarcir lo que -a su juicio- constituye una injusticia federal.

Esta propuesta se da dentro de un contexto de descentralización educativa, que busca legitimar una nueva distribución de los recursos destinados a la educación pública, con fundamento en la lucha histórica que representó el proceso de implantación del federalismo en México. Sin embargo, esa propuesta y ese fundamento constituyen un movimiento antifederal.

En efecto, los diputados y gobernadores que han argumentado en tal sentido muestran un profundo desconocimiento del proceso histórico que dio lugar a la creación del sistema federal en México, a lo cual se aúna su incomprensión del significado de dicho sistema que es una consecuencia lógica -aunque no necesaria y por lo tanto resarcible- de tal carencia histórica.

El nacimiento del sistema federal en México es la tentativa por dar un fundamento territorial al proyecto nacional, carente de eje articulador tras la invasión napoleónica de España y la consecuente abdicación forzada de Fernando VII. Como se sabe, los territorios americanos del Imperio español no aceptaron tal abdicación y se declararon independientes de la Península en tanto la monarquía no se restableciera.

El problema fue entonces que, al no existir el eje articulador que el rey representaba entre las diferentes partes del Imperio, se debía encontrar un medio que mantuviera su unidad. El sucedáneo lógico fue el territorio. Así, el soberano y su voluntad se sustituyeron por la soberanía del pueblo, entendida ésta como la voluntad de los habitantes de un territorio dado definido según los límites geográficos que el propio Imperio había establecido.

La nación, con su soberanía territorial, se opuso así al soberano que guardaba en su figura personal la representación del Imperio. Figura de poder personal que llegó a identificarse con la capital a partir de 1561, esto es, desde el momento en que, al dejar de ser itinerante, el rey Felipe II decidió establecerse en Madrid como punto central para dirigir los reinos peninsulares y sus posesiones transatlánticas y pacíficas; antes de ello el rey se paseaba con su corte por toda la Península con el fin de recaudar los impuestos y despachar los asuntos jurídicos que durante su ausencia no se habían resuelto.

El nacimiento de una ciudad

En el caso de la Nueva España, donde el rey estaba representado en su poder...

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