Misterio en casa
Mi hija pequeña, de seis años, está usando lentes porque tiene problemas para ver de cerca. Un día, al regresar a casa, me enteré que misteriosamente había desaparecido uno de los cristales de los anteojos y nadie sabía nada.
Mi esposo revisó la casa, mi hija mayor colaboró y la pequeña movió libros, ropa y papeles buscando el cristal. Nada.
-¡No puede ser, ahora resulta que nadie sabe. Es imposible que desaparezca!-, dijo mi marido enojado.
-¿Y si fueron los duendes? -preguntó mi pequeña- puede ser que ellos se lo hayan llevado para jugar.
Todos guardamos silencio. Mi marido y yo cruzamos miradas. Optamos por seguir buscando.
Otro día, mi hija mayor, de 10 años, no podía peinar su cabello luego de haberse bañado. Estaba desesperada.
-Ven, te ayudo -le dije mientras tomaba su cabello con mis manos-. ¿Qué raro... no tiene brillo, está opaco y demasiado enredado?
-Es el champú que compraste mamá, te dije que no me gusta-, explicó y lo repitió tres veces.
-No, no puede ser, ¿segura que te bañaste bien?
-Sí, mamá, ¿por qué no me crees?
-Te creo mi amor, sólo que no había pasado antes.
En ambos casos dejé pasar un día y luego hable a solas con cada una. Primero con la pequeña.
-Mi amor, a veces cuando jugamos pasan accidentes, se nos rompe algo o simplemente se pierde-, le dije.
-¿Te pasó cuando eras niña?
-Sí, y a veces me pasa. No es malo, sólo hay que poner atención para que no vuelva a suceder. Creo que algo así pasó con tus lentes.
-Es que...- me abrazó con fuerza.
-Cuéntame, te vas a sentir mejor.
-Me vas a castigar...
-No lo sé mi amor, pero te ayudaré a solucionarlo.
-Es que se me perdió una ropita de mi muñeca en un arbusto del jardín, no veía bien y vine por los lentes. Me los puse y busqué.
-¿Ahí se te cayó?
-¡No me di cuenta! Cuando me metí a casa y me quité los lentes ya se había caído, por eso los dejé sobre mis libros.
-¿Y por qué no le dijiste a papá?
-Porque me iba a regañar... seguro que los duendes se lo llevaron.
-Vamos a buscar en el arbusto. Si no está, te ayudo a pagar uno nuevo ¿estás de acuerdo?
-Sí mami... gracias.
-Cuando llegue papá le vamos a contar y entenderá que fue un accidente.¿Te sientes mejor?
-Sí, ya no me duele mi corazón.
Con mi hija mayor platiqué por la noche, luego de leer un rato juntas.
-Hoy me acordé mucho de cuando tenía tu edad. No te había contado que a mí no me gustaba bañarme.
-¿En serio? ¿no te gustaba?
-No, hacía...
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