Misiones jesuitas en Paraguay: Iglesia a cielo abierto

AutorÓscar Álvarez

Fotos: Óscar Álvarez

Un púlpito de roja piedra labrada que hace mucho tiempo no se presta para sermones. Estatuas de ángeles y santos entre columnas rotas. Un fantasmagórico campanario sin campanas, arquerías perdiéndose entre palmerales... Es todo lo que queda de la Santísima Trinidad del Paraná, la que fuera la principal misión en Paraguay, territorio donde la Compañía de Jesús realizó su obra más grandiosa en América.

Acto de fe

La historia no recuerda cómo debiera un capítulo que comienza en 1549 cuando los primeros jesuitas llegan a Brasil para evangelizar a los indígenas guaraníes. Con apoyo del monarca español Felipe III a comienzos del siglo 17 se constituyó la región del Paraguay -territorio que entonces incluía no sólo este país sino también el sur de Brasil, el norte de Argentina y gran parte de Uruguay y Bolivia- como una provincia jesuita.

Pretendían hacer una "Tierra sin Mal" donde los guaraníes estuviesen a salvo de los cazadores de esclavos y pudiesen conservar su modo de vida, siempre que no chocara con los preceptos del catolicismo.

La fórmula utilizada fue la de "reducciones", o pueblos indígenas ordenados en torno a una misión. Durante siglo y medio un grupo de no más de 60 sacerdotes gobernaron a 140 mil guaraníes. Los jesuitas no sólo evangelizaban sino que además enseñaban a la comunidad lo mejor de la cultura europea.

Tan perfectos eran los engranajes de la organización que las reducciones no sólo se autoabastecían y pagaban las tasas a la Hacienda Real, sino que fueron altamente productivas. El cultivo de yerba mate, la ganadería y los trabajos artesanales se comercializaban en el exterior y permitían comprar lo que las reducciones no producían. La fuerte competencia que supusieron para ciudades como Asunción o Buenos Aires fue el origen de rivalidades. Con todo, la mayor presión venía de los encomenderos y de los bandeirantes de Sao Paulo, partidas de cazadores de esclavos.

Las incursiones de los bandeirantes arrasaron varias misiones hasta que los jesuitas organizaron milicias guaraníes. Tanto fue el éxito que no sólo vencieron a los bandeirantes, sino que frenaron la expansión portuguesa hacia el sur. Irónicamente esto marcó el principio del fin: los pactos entre Portugal y España aceleraron las intrigas que llevaron a la expulsión de la Compañía de Jesús de los territorios hispanos, por orden de Carlos III. Las reducciones fueron abandonadas y los guaraníes quedaron a su suerte. De los 30 pueblos fundados en la...

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