Su misión: Proteger la vida

AutorMaría Luisa Medellín

Editora: Rosa Linda González

"Nosotros somos los 'papás' de la casa. Bueno, yo soy 'el abuelo'", lanza José Luis Camps y rompe en carcajadas.

Él es uno de los fundadores de Casa Mi Ángel y miembro de un patronato de 14 amigos que, sin pensarlo mucho, se echaron a cuestas un sensible apostolado a favor de la vida: apoyar a futuras madres en desamparo, ya sea que elijan criar a su hijo o cederlo en adopción.

"La mayoría somos empresarios. Estamos acostumbrados a los problemas, y si nos preocupáramos desde antes, no haríamos nada; así pasó hace 10 años cuando decidimos formar este patronato", comparte en la oficina de la institución, mientras Héctor Domene, sentado a un lado, asiente e interviene.

"Fue como si un niño se nos aventara desde un mueble, lo que hicimos fue extender los brazos con confianza", ejemplifica alzando las manos, con la sonrisa en su rostro de ojos café y mejillas amplias.

Desde que abrazaron la misión, 347 bebés han nacido en este cálido refugio, y mil 26 mujeres gestantes han encontrado techo y comprensión durante las semanas, meses o hasta uno o dos años que les lleva darle un nuevo rumbo a su existir.

Los recursos materiales de este hogar los aportan los caballeros, sólo que aquí las necesidades se multiplican por el gasto de 20 ó 30 familias al mes.

De la operación diaria se encargan Adriana González, la directora, y un dinámico equipo de voluntarias, religiosas, trabajadoras sociales, las mismas embarazadas y mamás, quienes aprenden manualidades y oficios, prevención de embarazos, cuidado pre y posnatal y, sobre todo, a reforzar su autoestima.

"Nosotros nos manejamos como un consejo de empresa", precisa Camps, de ojos grandes, cabello escaso y plática amena.

"A veces venimos a nuestras juntas o cuando se nos requiere. El resto del tiempo trabajamos desde afuera consiguiendo donativos, medicamentos o lo que haga falta, pero siempre al pendiente de los casos, a través de Adriana".

Ella contará después que estos señores no escatiman tiempo para la obra, y se les puede ver repartiendo volantes y dando pláticas sobre prevención del embarazo en universidades, empresas o la Alameda, aportando becas o gestionando atención médica especializada para la mamá o el bebé enfermo.

"Recuerdo a una mujer que llegó aquí después de que una pandilla se metió a su casa de cartón y la violó. Vivía con su hija pequeña y resultó embarazada. Se quedó con nosotros, tuvo a su bebé y, entonces, uno de los miembros del patronato puso el dinero para que se le construyera una cabaña y becaron a la niña", platica la directora, morena, de oscuro cabello ensortijado y amplia sonrisa.

Para los miembros del patronato no hay apostolado más gratificante que al que han dedicado esta última década, y coinciden en que al saber del nacimiento del primer bebé, se sintieron plenos por contribuir a salvar una vida. Luego serían muchas más.

De hecho, ése es el eslogan que acuñaron: "Una puerta abierta a la vida".

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Camps se remonta a un poco antes de los inicios, y cuenta que en este domicilio, ubicado en el centro de la Ciudad, se dedicaban a dar...

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