La miseria del campo, en la ciudad

AutorMartha Martínez

Adriana y Gustavo ayudan a su mamá a encender el fogón, tienen 2 y 4 años de edad pero ya saben atizar la leña y vigilar que la llama se mantenga encendida. Apresurados por la lluvia que se anuncia próxima, acarrean pedazos húmedos de tronco desde el otro extremo del patio, deben darse prisa para comenzar el recorrido de 30 minutos a la panadería más cercana y recoger la mercancía que venderán casa por casa.

El desgano se les nota en la cara agrietada por el humo. Hace frío y preferirían quedarse en el único cuarto que comparten con María Santa y Roberto Osorio, sus padres; pero no pueden darse ese lujo, las ganancias que obtienen diariamente por la venta de pan son necesarias para hacer más pasadera la pobreza, la falta de servicios, el hambre.

Con los cabellos alborotados, la ropa sucia y la punta de los zapatos tan desgastada que puede romperse en cualquier momento, los hermanos intentan avivar la llama al tiempo que juguetean con un par de perros que buscan sin éxito sobras de comida, porque en el desayuno sólo hubo pan y té de canela.

Conscientes de que al menos este viernes no podrán arrancarle al fogón más que una exigua hilera de humo, se olvidan de esa tarea para iniciar la venta del día. Plásticos para atajarse si los "agarra el agua" y suéteres viejos, olorosos a humedad, que cubren sus desnutridas siluetas, son las indumentarias para el trayecto.

Los menores y su mamá deberán caminar alrededor de dos horas entre veredas irregulares que con la lluvia se convierten en lodo, huelen a estiércol y en donde es fácil encontrarse con una serpiente. Al final del recorrido, la ganancia no superará los 30 pesos, pues al igual que en su casa, desde hace varios meses los vecinos redujeron al máximo su dieta, ya de por sí raquítica.

La escena parece extraída de cualquier zona rural del país, pero tiene lugar en pleno Distrito Federal; es el paraje La Mora, en la delegación Milpa Alta, una de las dos localidades más pobres y marginadas de la ciudad.

Se trata de uno de los llamados cinturones de pobreza, aquellos en donde viven los mexicanos excluidos de los beneficios propios de la capital y a quienes no les queda otra alternativa de subsistencia que arribar a los lugares que por estar alejados del casco urbano son más baratos para vivir, aunque esto signifique no tener servicios básicos.

Adriana y Gustavo nacieron en La Mora. La casa de tabique sobrepuesto y techo de lámina de cartón fue la segunda que se instaló en el paraje, hace seis años; la primera fue la de Antonia Vega, dueña de la única tienda del lugar.

A sus cortas edades, ya aprendieron que para comer es necesario trabajar, aunque no entienden por qué, pese a los esfuerzos de sus padres y ellos mismos, desde hace ocho meses dejaron de tomar leche y comer las naranjas con sal que hacían más llevadera la caminata en busca de...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR