Mirando a la Tierra

AutorEsther Díaz

De un día para otro cambio la jungla de 20 millones de personas en la que vivo por un bosque de niebla donde la densidad de población es bajísima y la biodiversidad altísima.

Una cooperativa en Huatusco, Veracruz, creada por Ricardo Romero con las 306 hectáreas que le heredó su padre, es una muestra de cómo las personas pueden unirse para lograr un sueño.

"La sustentabilidad es vivir de forma más simple y más feliz", dice Ricardo al empezar su curso sobre agroecología y cultivo biointensivo que durará una semana. Y sí, tanto él como su familia y todas las personas que trabajan en la cooperativa se ven felices.

En origen un rancho ganadero, este terreno que actualmente alberga zonas de cultivo biointensivo, un bosque comestible, milpas, viveros e incluso espacio para vacas lecheras, lo sacan adelante entre 22 socios y algunos trabajadores independientes.

Entre sus habitantes hay ingenieros agrónomos, biólogos, psicólogos y campesinos que trabajan convencidos de que hemos de devolver la mirada a la madre tierra y cambiar el modo que tenemos de relacionarnos con ella.

"Nos regimos por tres principios: bueno para la tierra, bueno para la gente y compartir con equidad", dice Ricardo.

Por eso una norma básica entre los socios es que el sueldo del que más cobra no puede ser más del triple del que menos ingresa, y cada uno de ellos disfruta de su parcela de bambú, leña, derecho a frijoles, maíz y un fondo de salud.

Ensayo y error

En 1995, cuando Ricardo todavía utilizaba teléfono celular y manejaba una cuatro por cuatro, fue consciente de la inviabilidad del negocio ganadero.

Entonces calculó su huella ecológica y le salió que para vivir como él vivía hacían falta tres planetas: era el momento de cambiar.

En 1996, él y otros comenzaron con el negocio del ecoturismo y la producción orgánica, dando a los turistas la posibilidad de pasar un bonito fin de semana campestre y vendiendo quesos y miel en tiendas ecológicas.

Sin embargo, todo ello no creaba un cambio de actitud en la gente ni eran actividades verdaderamente sustentables.

En 2007 decidieron cerrar ambos negocios, reducir el número de vacas y replantar 50 mil árboles para, de este modo, dedicarse a producir alimentos para su comunidad e impartir cursos.

Hace poco Ricardo calculó de nuevo su huella ecológica: esta vez le salió que sólo necesitaba un Planeta, el único que tenemos y donde vivimos.

Llegué aquí como una ciudadana que se creía comprometida con el ambiente, pero salí con el espíritu...

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