MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

Recibí ayer la noticia de la muerte de mi amigo Enrique Perales Jasso. La mañana, que era clara y alegre, se me anubló con esa triste nueva que me dio por el teléfono su amorosa hija, Karla.

"Quiquis Jasso" le decíamos en el Ateneo Fuente, de Saltillo, a ese querido compañero nuestro. Era brillante, de extraordinaria inteligencia y talento excepcional. Se disputaba el primer lugar del grupo con mi primo José Fuentes y con Jesús Alvarado Chávez. Los tres llegarían a ser juristas destacados.

Le atribuíamos a Quiquis un noviazgo inexistente con una linda y simpática chica ateneísta a quien llamábamos con el extraño mote de "La Clorofila" porque tenía grandes y profundos ojos verdes.

Enrique y yo compartíamos una afición: el latín. Nos reuníamos en mi casa a...

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