MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

Esta señora -no diré su nombre, por lo que luego va a pasar- tomó clases de pintura con un pintor de apellido Belial.

Fueron 20 lecciones, una cada día, de lunes a viernes, durante cuatro semanas. Cada lección era de dos horas, y a veces se alargaba hasta tres por insistencia de la alumna.

Al final del curso la mujer no quiso pagarle sus honorarios al maestro. Alegó que no había aprendido absolutamente nada. Tendría que dedicarse al abstraccionismo.

El maestro Belial no dijo nada, pero puso su mano sobre la mano de la mujer. En adelante le sucedió a ésta algo sumamente extraño. Todo lo que pintaba...

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