MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

A san Virila le tocaba lavar todos los días los platos, las tazas y los cubiertos de la mesa después del desayuno, la comida y la cena en el convento. También debía lavar las cazuelas y ollas de la cocina.

No era poco lo que había que lavar: los frailes eran muchos. Además ninguno se avenía a ayudarlo, pues acabados los condumios todos se dedicaban a recitar sus preces, a leer los libros sagrados o a meditar los misterios de la religión.

Un día el padre portero le dijo a san Virila:

-¡Si serás tonto! Un movimiento de tu mano haría el milagro de que todo quedara limpio.

Respondió el frailecito:

-Es cierto. Los platos...

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