Mirador

AutorArmando Fuentes Aguirre

Yo amo a las plantas con un humilde amor. Sean brizna de hierba que cantó Whitman o sequoia gigante que asombró a Muir, las plantas son un prodigio ante el cual deberíamos quedar en silencio, reverentes, como ante una majestuosa catedral.

¡Cuántas lecciones nos dan nuestros hermanos vegetales! No corren como nosotros: sin moverse de su lugar hacen el bien. Y son callados; ni siquiera se quejan cuando los hiere el rayo de Dios o el hacha de los hombres.

Ya seamos pequeños como la hoja más pequeña, o grandes como el árbol más grande...

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