Mirador

AutorArmando Fuentes Aguirre

Allá por los años 50 del pasado siglo tuvo lugar en Ecuador el Quinto Consejo de Academias de la Lengua. Al término de las sesiones un anciano de rasgos marcadamente indígenas vitoreó en la calle a los académicos que salían del recinto. Les gritó entusiasmado:

-¡Viva el lenguaje!

Viva el lenguaje, sí, pues sin él no viviríamos nosotros. Somos humanos por la palabra. Ella nos distingue de las demás criaturas animadas. La palabra nos hace hombres. Por ella, entonces, deberíamos humanizarnos, humanarnos: usar nuestras palabras para la verdad y no para la mentira; para el amor y no para el odio; para el bien y no...

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