MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

En el tiempo que llevo de vida -mucho tiempo y mucha vida- no recuerdo una campaña presidencial tan erizada y áspera como ésta.

Era la época del PRI, y las elecciones eran muy tranquilas. Eso se debía a que no eran elecciones. Se veían entonces maravillas: nadie iba a votar, y sin embargo las urnas aparecían repletas. El día de la jornada electoral se obraba el milagro de la resurrección de la carne, pues los muertos acudían en tropel a depositar su voto. La elección no era legal, claro: era legalona. Pero en aquel entonces con eso bastaba, y aún sobraba. Ocasión se vio en que no hubo otro candidato a la Presidencia más que el oficial. Aun así el señor hizo campaña con toda seriedad...

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