MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

San Virila salió de su convento. Iba a la aldea a buscar el pan para sus pobres.

La mañana era fría. Caía la nieve, y el cierzo helaba los seres y las cosas. El frailecito sintió pena por aquellos que no tenían ropas de abrigo, ni un techo donde guarecerse, ni un amor o un recuerdo que les tibiara el alma.

Al llegar a la aldea entró en el templo del lugar. La iglesia estaba a oscuras. Ardía sólo en el altar la tenue llama de una lamparilla de aceite. El santo la tomó en sus manos, salió a la calle y la alzó en alto. En ese punto la débil flama se convirtió en un sol resplandeciente que iluminó la aldea y puso en ella un suave...

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