MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

Pude haber conocido a Juan Gabriel, y no lo conocí.

Un día su representante me llamó por teléfono:

-Alberto te quiere conocer. Te invita a desayunar mañana en Monterrey.

Yo les había prometido a mis nietos llevarlos no sé a dónde. Una promesa así es sagrada para cualquier abuelo. Me fue imposible entonces aceptar la invitación.

-Otra vez será -dijo el que hablaba.

Y esa vez ya nunca fue.

La muerte de Juan Gabriel enluta a México. Nos dio bellas canciones que vivirán por siempre, igual que su recuerdo. Pero nos dio sobre todo un ejemplo de valor: en un país en el que muchos quieren que todos los demás sean como ellos, él fue como quiso ser.

Era un hombre bueno, generoso...

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