MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

Rodea a mi ciudad un cerco de altos montes que la ciñen como los brazos del amante a la mujer amada.

Al oriente está la sierra llamada de Zapalinamé en memoria del caudillo de aquellos "bravos bárbaros gallardos" que -dijo el antiguo coronista- se acabaron, pero no se rindieron.

En la parte del ocaso se levanta el emblemático Cerro del Pueblo, nombrado así, dicen los pícaros, porque más de la mitad del pueblo fue engendrado ahí tras de la tentadora invitación: "Ven, mi vida. Vamos a ver las lucecitas de Saltillo desde el Cerro del Pueblo".

Siempre las montañas orientales se cubren de nieve en los inviernos crudos. No...

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