MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

Fuimos ayer a visitar a San Francisco.

El día amaneció soleado. El templo del Poverello en mi ciudad, Saltillo, estaba abarrotado con devotos de toda edad y condición. La compañera de mi vida y yo tenemos herencia franciscana, por su madre ella, por mi abuela yo. Las dos santas señoras estaban con nosotros cuando llegamos a saludar al santo.

Le cantamos las Mañanitas. El sacerdote que nos guió debería dedicarse a la ópera -claro, sin dejar su ministerio-, así de recia, clara y bien entonada era su voz. Al terminar el canto la mitad de los aplausos fueron para Panchito y la otra mitad para él.

Cuando salimos soplaba un vientecillo frío y el sol se había ocultado entre las nubes.

En mi ciudad no falla nunca el...

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