MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

San Virila tenía una mulita.

¡Cómo quería a su mulita San Virila! Lo primero que hacía en la mañana, después de persignarse, era ir al establo a ver cómo había amanecido el animalito. Luego iba a la capilla al rezo de maitines, y daba gracias a Dios por la salud de la bestezuela.

Mansa y sumisa era la mula, al contrario de casi todas las de su familia. Se diría que copiaba las virtudes del buen fraile. Cuando Virila iba a montar en ella se agachaba para que el santo pudiera subir a su lomo sin dificultad. En el pueblo dejaba que los niños le tiraran de las orejas y la cola. Sólo piafaba, hosca, cuando pasaba a su lado el preboste de la...

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