MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

San Virila salió de su convento y fue por el camino al pueblo para pedir la limosna de sus pobres.

Al llegar vio a una niña que lloraba porque su gatito había subido a un árbol y no podía bajar de él.

San Virila habló con el árbol, y éste se inclinó hasta tocar el suelo con sus ramas. La niña entonces tomó en sus brazos al gatito. Luego se dirigió al santo y le dijo llena de emoción:

-¡Gracias por el milagro!

-Esto no es un milagro...

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