MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

Llovió una mansa lluvia, lenta como una caricia de sapiente amante al cuerpo sin fronteras de la amada.

No corrió el agua. El agua que corre no queda. Se va al arroyo, y luego al río, y luego al mar. Esta agua silenciosa llega a la entraña de la tierra y la fecunda. Saldrá otra vez al aire convertida en hierba, en fruto, en flor. Será el trigo para el pan de cada día; el maíz para la sagrada comunión de la tortilla.

La noche quedó húmeda y quieta, igual que una mujer después del acto del amor. Horas después fue la mañana, radiosa y clara...

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