MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

Ganas me dan de llamar "pérfido" al gato. No lo hago, porque el instinto natural jamás es pérfido.

Desde el balcón vi cómo en la huerta el gato se acercaba -lento, reptante, silencioso- a la pequeña tórtola que bebía en la acequia. Dio un salto mortal y cayó sobre la avecilla. Fue todo, y luego nada fue. De la tibieza del ave, de su vuelo y su canción, quedaron solamente unas gotas de sangre y unas plumas.

La muerte, pensé primero.

Pensé después: la vida.

Las dos son una misma cosa. La vida termina en...

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