Y Cinembargo/ Miradas orientales

AutorRafael Aviña

En el cine japonés de fin de milenio, los extraordinarios relatos épicos, minimalistas, ritualistas y filosóficos de sus grandes clásicos que capturaron en buena medida la ética y el folclor nipón, han sido rebasados por una nueva y curiosa estética de la violencia, la hiperaceleración y los relatos de amistad nihilista que emulan el cine de Hollywood, y/o, la desesperanza de la nueva ola francesa.

A los excesos fantásticos-gore de Tsukamoto (la saga de Tetsuo) y las complejas animaciones de Otomo el creador de Akira se antepone la aparente sencillez de Takeshi Kitano y su cine urbano que describe las relaciones de poder que se establecen en una sociedad consumista y violenta como la japonesa de hoy en día y la visión exotista que no se decide entre el minimalismo o el thriller televisivo de Jean Pierre Limosin. El séptimo Festival de Verano una inteligente opción en la cartelera fílmica ha hecho coincidir la presencia de Kitano en dos filmes: El Verano de Kikujiro (Kikujiro, 99) su última realización y Miradas: Tokio Eyes (Tokyo Eyes, 98) producción franco-japonesa en la que Kitano aparece hacia el final repitiendo su papel de yakuza en plan de bufón, mal controlado por el debutante Limosin.

Con un arranque en la tradición del más previsible filme de suspenso criminal y una intrigante banda sonora que ayuda a equilibrar un relato disparejo y mal estructurado, Miradas:Tokio Eyes es una suerte de relaboración del más antiguo Godard, principalmente Sin Aliento en la era del neón y los videojuegos. La policía sigue la pista de un criminal que dispara a bocajarro contra víctimas inocentes (como el Hijo de Sam en los años 70 en Nueva York). Una jovencita --hermana del policía a cargo-- se topa por azar con un extraño joven que se ha erigido como vengador anónimo del absurdo disparando con una pistola arreglada que falla el tiro cada vez que se acciona y se oculta bajo unas gruesas gafas.

El filme acierta en el retrato de una juventud abúlica y sin metas fascinada por la música o por el impacto de la electrónica visual, sin embargo, sus referencias godardianas resultan torpes y metidas con calzador en un filme que resulta la antítesis de la inquietante visión moral criminal llevada a cabo por Spike Lee en El Verano del Asesino. Por su parte, Takeshi Kitano deja atrás la calculada violencia de Sonatina (93), Kids Return y Fuegos Artificiales para ahondar en los terrenos del humor y la emotividad que aparecen dosificados en estas mismas historias...

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