La que mira al río

AutorFlorencia Podestá

Puede que algunos no lo sepan, pero la existencia de Buenos Aires se debe al Río de la Plata, el puerto era la ventana que comunicaba a la Argentina con el resto del mundo.

Un fenómeno muy curioso de Buenos Aires es que siempre ha estado "de espaldas al río", como suelen decir los porteños. Extrañamente, las zonas más dejadas de la capital, las más olvidadas por el progreso, el comercio, la "fashionización" y las clases medias, eran las que se encontraban en áreas ribereñas.

Esto empezó a cambiar cuando hace un par de décadas la zona del antiguo puerto de la ciudad, Puerto Madero, fue recuperada del deterioro y la decadencia para convertirse en uno de los barrios más chic y codiciados de la capital.

Hoy, otras zonas de Buenos Aires aledañas al río están siguiendo la pista de esta tendencia, y comienzan lentamente a resurgir de sus cenizas en manos de arquitectos, diseñadores y emprendedores visionarios, que están creando un nuevo rostro para la capital.

UN JOVEN CLÁSICO

Los famosos "docks" del Puerto Madero, una serie de edificios y almacenes de ladrillo rojo diseñados por John Hawkshaw en la tendencia de la arquitectura industrial inglesa de fines del siglo 19, estuvieron abandonados desde 1920, cuando el viejo puerto fue reemplazado por el Puerto Nuevo.

Este paraje fósil y tenebroso era tierra de nadie, de fantasmas, gatos y perros callejeros, maleantes, cineastas novatos y valientes exploradores urbanos.

En los 90 iniciaron las obras de renovación que lo volvieron uno de los sitios más atractivos de la ciudad, y un boom inmobiliario y turístico.

Para entender por qué es un paseo favorito de porteños y turistas, vamos a caminar (o a patinar, o a andar en bici) por el Puerto Madero.

De un lado, los almacenes de ladrillo rojo ahora vueltos a la vida con flores, balcones, restaurantes gourmet, heladerías y cafecitos; del otro lado, una sucesión de construcciones futuristas, algunas rascacielos de diseño que nos hacen creer que estamos en Shanghai.

Y entre las orillas, reflejando las nubes, el amplio y sosegado canal donde fluyen las aguas del río, un "mini Támesis" interrumpido por enormes puentes levadizos, a veces surcado por barcos, veleros de gran porte y kayaks.

El viento frío del sudeste sopla desde el mar, con la humedad de las extensiones infinitas del río y del delta, bajo uno de los cielos más azules.

Las gaviotas y los cormoranes planean sobre nuestras cabezas mezclándose con las palomas urbanas. Cada 50 metros, una antigua grúa portuaria con su esqueleto amarillo aún sobrevuela las alturas para recordarnos que hace un siglo esta era la puerta de entrada a la Argentina.

Sus...

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