Minutario

(Embargada para sitios en internet hasta las 24:00 horas locales)El horror, el horror…Por Guillermo SheridanEL UNIVERSALAlgunos lectores recordarán la frase que da título a este comentario: la pronuncia Mr. Kurtz, ese sádico semidios bañado en sangre, al final de "El corazón en las tinieblas", novela en que Joseph Conrad calibró la naturaleza profunda del mal (son más quienes recuerdan a Kurtz como el coronel de Apocalypse Now, la película de Coppola, en la que aparece disfrazado de Marlon Brando).La literatura y la historia, el testimonio y la ficción, la épica y los libros sagrados, están llenos desde sus orígenes con esta minuciosa fascinación con la infinita pericia que el lado torcido de la naturaleza humana es capaz de convertir en tácticas de terror y, desde luego, hasta en formas de gobierno. El impulso sombrío, obliterado de cualquier resto de humanidad, que mueve a Kurtz es el mismo que se exalta en Stalin, en Hitler, en Pol Pot y tantos otros dictadores, pero también en todo sicario, en estos relapsos biológicos que -parafraseando a la Hannah Arendt de Eichmann en Jerusalén: informe sobre la banalidad del mal-, lejos de ser sociópatas o víctimas de las circunstancias, asumen que su comportamiento es "normal" y acorde con las reglas impuestas por su "gobierno": ese "gobierno" abstruso que ya domina la república íntima del miedo de la población y poco a poco banaliza lo intolerable. Recuerdo el abrumador espanto con el que leí "El archipiélago Gulag" (1978), de Solzhenitsyn. La descripción de la complejas formas de tortura que los carceleros diseñaban, con escrúpulo de coreógrafos, para halagar a sus superiores, rebasaban el entendimiento y aun anestesiaban el recurso del espanto o la indignación (porque en español, más que del "horror" de lo que habla Kurtz es del "espanto"). Fue en esos libros ¿o, quizás...

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