Los mil y un detalles

AutorPatricia Miranda

Enviada

DUBAI, Emiratos Árabes Unidos.- Miente con todos los dientes quien diga que no se le antoja dormir, al menos por una noche, en el Burj Al Arab, ese icónico hotel edificado sobre una isla artificial a 280 metros de la playa de Jumeirah.

Visto mil y un veces en postales, llaveros, tazas y documentales, el viajero que llega a Dubai busca la famosísima silueta de este edificio que, con sus 321 metros de alto, rememora a los dhows, tradicionales embarcaciones árabes de vela triangular.

"Fue construido para ser un ícono de este emirato. Cuando lo ves, instantáneamente viene a la mente Dubai, como cuando observas la Torre Eiffel, piensas en París. Quizá es el hotel más fotografiado del mundo", señala Heinrich Morio, gerente general del Burj Al Arab.

Muy probablemente Morio tiene razón. Y es que desde su apertura en diciembre de 1999, sigue siendo un atractivo para los viajeros que a la distancia atrapan con sus cámaras su fachada blanca. Quienes no se hospedan ahí, al menos se aseguran de reservar un lugar en el Skyview Bar, para tomar la copita del recuerdo.

Los que deciden hacerlo su hogar por unos días, idealmente arriban a bordo de uno de los Rolls-Royce de la flota del Burj que se han destinado para este propósito. También hay huéspedes que aterrizan directamente en el helipuerto de este recinto.

Y es que cuando se habla de excesos hay que citar al Burj Al Arab. Que si demasiado colorido, que si mucho oropel... cada quién sus gustos. Lo cierto es que pocos son quienes se resisten a fotografiar cada detalle, apenas ponen un pie en la superlativa recepción.

"El lobby del Burj Al Arab es tan alto -mide 180 metros- que podría caber la Estatua de la Libertad", dice Morio.

Entre parpadeos, el extranjero empieza a escanear: las estilizadísimas damas que reciben con un coctel de bienvenida, el índigo del golfo, el amarillo del oro, y el apasionado carmesí invaden la vista. Columnas de oro de 22 quilates, caleidoscópicos mosaicos, tapetes y alfombras; mármoles de Brasil e Italia, escaleras eléctricas flanqueadas por acuarios repletos de peces; fuentes cuyos chorros danzan entre suspiros y más fotografías, y un surtidor especialmente programado para disparar una columna de agua hasta el plafón triangular. Todo compite por destacar en esta estructura cuyo diseño arquitectónico corrió a cargo del británico Thomas Wills Wright, y cuyo diseño de interiores fue realizado por la creativa china Kuan Chew.

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