Las mil caras detrás de la máscara

AutorSamuel Adam

Si para Octavio Paz las máscaras mexicanas eran una forma de hipocresía o hermetismo, vergüenza o cobardía ("máscara el rostro y máscara la sonrisa"), para el muralista grafitero Edgar Flores Saner (1981) es todo lo contrario.

La máscara es un poliedro que da identidad a quien quiera portarla, asegura. Cada uno decide qué cara ponerse, qué detalles colgarse. Deciden ser quienes quieren y no quienes figuran ser.

Con casi 20 años en la escena del arte urbano, Saner se ha consolidado como uno de los mejores grafiteros de la escena nacional e internacional, con un estilo propio marcado por rostros cubiertos con figuras mexicanas.

Diseñador gráfico por la UNAM, Saner es un muralista nato que se ha vuelto parte del imaginario visual de la Ciudad de México y que ha marcado distintas ciudades del mundo; pero también se ha arriesgado a cambiar formatos, diseñando todo el arte de la última edición del festival Vive Latino 2016 y realizando su primer libro: Kobén (Edelvives, 2016), un proyecto para niños.

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De madre oaxaqueña, Saner arraigó la diversidad de imágenes, formas y colores desde niño, al ver las tradiciones del suroeste de México, que tradujo en ilustraciones en paredes desde los 17 años.

Escenas cotidianas de personas con máscaras de viejitos que vio danzando y muñecos enormes en paredes como los que se usan en las fiestas de la Calenda.

Una pareja a punto de besarse con piezas de jadeíta color turquesa unidas a la cara, como hicieran los mayas para inmortalizar al dios Pakal II, y un hombre tocando el acordeón con la máscara del tigre de colmillos afilados que es perseguido en la danza de los tlacololeros de Guerrero se pueden ver en sus grafitis.

"Las máscaras son el elemento que detonó mi encuentro sobre mis raíces, el estilo en el que empecé a incursionar", dice Saner en entrevista.

Las máscaras del ilustrador comenzaron a aparecer en esta década en murales de distintos puntos de la Ciudad: Tejedores de sueños, en el Muso Nacional de Culturas Populares; El Mac en el Hotel Reforma Avenue y el grafiti de tres niños jugando en la Plaza Luis Cabrera, en la Roma, donde también tiene intervenido el restaurante Cabrera 7 con la obra El mezcal.

Para Saner son importantes los detalles: las formas tejidas en el poncho de una mujer, el paliacate de un niño con máscara de coyote, los aretes y penachos que portan los personajes que a través de la máscara se vuelven dioses ancestrales.

"Es la forma de hacernos sentir orgullosos de ciertas cosas...

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