Miguel B. Treviño de Hoyos / iMéxico

AutorMiguel B. Treviño de Hoyos

El gobierno de Vicente Fox tenía una oficina de "innovación gubernamental". Ojalá que el tema no se haya quemado.

A quien dirigía aquella oficina, Ramón Muñoz (dicen que ahora es Senador), le sobraba el tiempo y pudo escribir un libro que refleja su confusión. Para él, calidad total, buen gobierno, certificaciones ISO 9000, todo le sonaba a empaquetable dentro de la palabra de moda. Vaya, hasta organizar una plática -bien cobrada- de Stephen Covey sobre buenos hábitos para 10 mil burócratas era innovar.

Pero hay oficinas de este tipo en otras partes del mundo donde la innovación tiene sustancia y se traduce en formas de agregar valor a un servicio público, economizar el acceso al mismo o hacerlo llegar a quienes antes estaban marginados de él.

Retomar el tema y desligarlo del abordaje bofo que se hizo del mismo el sexenio pasado es importante. La causa no es inútil, en todo caso lo fueron sus implementadores que sólo atinaron el diagnóstico básico: en un mundo globalizado, en el que al final del día no sólo las empresas compiten, sino también lo hacen -por causa de la migración- escuelas, clínicas, condiciones de seguridad y oportunidades de trabajo; no hay forma en que los países atrasados alcancen a los que van adelante con pequeños avances graduales. Se necesitan saltos.

¿Qué es el iPhone que dio a conocer ayer Steve Jobs? ¿Un teléfono un poco mejor? ¿Un reproductor de música un poco mejor? ¿Una microtelevisión un poco mejor? Ninguno de los tres. Pretende ser un salto sobre competidores en tres mercados. Jobs y su empresa diseñaron un aparato que sintetiza necesidades de comunicación. Eso es innovar.

En el ámbito público, un ejemplo conocido de innovación es el de los microcréditos. Por años aprendimos que los pobres no eran sujetos de crédito. Alguien pensó diferente, creyó que ser pobre no era sinónimo de ser incumplido y se le ocurrió inventar a un cliente (el pobre) para un producto (el crédito). Eso es innovar. El resto de esta historia ya la conocemos, lo que inició en Bangladesh hace unos años está ahora en 23 países, ha llegado a beneficiar a 5.3 millones de personas a través de más de cinco billones de dólares ya prestados.

En el ámbito de la administración pública no habrá innovación, aunque se creen oficinas para ello, hasta en tanto no se eliminen algunas máximas del funcionamiento burocrático que en la práctica son también máximas anti-innovación. Hay tres evidentes:

  1. "El servidor público sólo hace aquello que la Ley...

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