Miguel Ángel Granados Chapa / El nuevo PRI es el viejo PRI

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Imposibilitado de vivir en la orfandad, el PRI que perdió la Presidencia de la República se acondicionó en cuanto pudo una nueva autoridad paterna. Pretendieron asumir ese papel los gobernadores, mantenedores del grueso del poder priista, que auxiliaron al debilitado comité nacional encabezado por Dulce María Sauri en la convocatoria y celebración de la decimoctava Asamblea Nacional. En ella, realizada en noviembre de 2001, comenzó a perfilarse Roberto Madrazo como la nueva fuente de las decisiones. Cuando en febrero siguiente fue elegido presidente del partido, formalizó su papel de conductor, de hombre fuerte, de nuevo padre. O padrastro, según fueron sufriendo sus antagonistas.

Beatriz Paredes lo fue en la contienda por el liderazgo. No se le ocultaron las graves irregularidades que en su perjuicio caracterizaron esa primera elección verdadera de los mandos del partido. Hasta entonces, el presidente de la República ponía y quitaba a los dirigentes priistas sin que nadie chistara. De entre los muchos momentos memorables en que se ejerció esa potestad desde Los Pinos, rescato la muy insolente despedida que asestó Carlos Salinas a Genaro Borrero en febrero de 1993, cuando el ex gobernador zacatecano (que había abreviado su mandato para encabezar el partido) se enteró de su destitución leyendo los periódicos.

Víctima de fraude, para decirlo con sus letras, y como lo dijeron entonces sus seguidores (señaladamente María de los Ángeles Moreno) Beatriz Paredes quedó en el dilema de denunciar las maniobras de Madrazo (y Elba Esther Gordillo) y sacar de allí la consecuencia: retirarse del partido; o avenirse a los hechos consumados. Procedió de esta segunda manera, y obtuvo de ello provecho. Su vencedor a la mala le concedió un premio de consolación, la presidencia de la Fundación Colosio, desde donde partió para su misión imposible: reconquistar para su partido el Distrito Federal.

Había un nuevo PRI, el que procuraba aprender a manejarse por sí mismo en ausencia del poder presidencial. Pero era el viejo PRI donde se imponía la decisión del poderoso topare donde topare. Hasta entonces eran los partidos opositores y sus candidatos quienes padecían el avasallamiento priista. A partir de ese momento los sometidos fueron también los adversarios internos. Madrazo ya había hecho de la exclusión un credo durante su gobierno en Tabasco. Un día se lo echaron en cara 10 antiguos presidentes estatales de su partido, que rompieron con él tras haber sido...

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