Microbús / 'Oíd la historia...

...que contóme un día, el viejo enterrador de la comarca...' Así comienza una canción titulada 'Bodas Negras' que es espantosa. Mi dulce madre me arrullaba con ella en mi más tierna edad. Con este dato, podrán entender por qué salí como salí y por qué le agarré tanto gusto a relatar sucesos chocarreros y cuentos de terror. Este que ahora quiero contarles acaba de ocurrir y está lleno de enseñanzas para los habitantes de esta gótica ciudad. Así pues, abróchense los cinturones y observen todas las medidas de seguridad en este viaje microbusero que nos llevará del Centro de la Capital a Ecatepec, Estado de México. ¡Vaaámonos!

En el primer cuadro vive una señora que es poseedora de una pequeña casa habitación en Ecatepec. Con el fin de rentar este último inmueble, lo sometió a una cuidadosa inspección y descubrió que la casita necesitaba varios y urgentes trabajos de plomería. Aquí comenzó su martirio. Ustedes, amados pasajeros y acá su chofer de lujo sabemos la telenovela que es tratar de conseguir en esta Capital, un plomero eficiente, cumplido y honrado (los hay eficientes pero incumplidos; los hay cumplidos pero deshonestos; el que quizá todavía no ha nacido es el que reúna las tres características). Nuestra protagonista, a la que llamaremos señora Colerín, se afanó enormemente; buscó, desechó, seleccionó y por fin dio con el que, a su juicio, era el plomero ideal. Su nombre Brígido Pinole. Según la señora Colerín, Brígido es de esos hombres que nomás de verlos inspiran confianza, porque tienen tipo de gente decente, son muy atentos, tienen tarjetas y entregan sus presupuestos a máquina y con muy pocas faltas de ortografía. Más no se puede pedir. La señora Colerín se trasladó a Ecatepec con el honrado Brígido y le mostró la casa. Con gran minucia, don Brígido hizo sus anotaciones y emitió un primer diagnóstico provisional: esta casa está muy descuidada y va a haber que trabajarle tiempo completo varios días; pero para eso estoy yo aquí; va a quedar como nueva. ¿Y saldrá muy caro, maestro? preguntó la Colerín. ¿Usted quiere que le quede bien? (esta es la pregunta más ladina y más maravillosamente estúpida que infaliblemente hacen los operarios mexicanos). Pues sí, maestro, si ya le voy a meter dinero me gustaría que quedara bien. Aistá, dijo Brígido, tonstamos de acuerdo, yo le llevo mañana el presupuesto, usté me lo autoriza, me da para el material y ya me vengo para acá a trabajar de tiempo completo; yo de que me comprometo, no me gusta...

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