Microbús / Exponiendo el físico

Si alguien sabe de exposiciones en esta vida, somos nosotros, los mexicanos. No hay día en el que no estemos expuestos a las inclemencias del clima, o a los caprichos de las economías internacionales (el llamado efecto Vodka, o el efecto Sake, o el efecto Tequila, mareadores todos ellos). Y si bien es cierto que el que no enseña no vende, creo que es más acertado decir que el no expone no avanza. Todos los días, miles de hombres y mujeres de todas las clases sociales salen a las calles de México en busca del sustento diario. Los más suertudos (ya pocos, tan pocos que pronto serán una especie de piezas de museo) jamás han sido ni asaltados, ni bolseados, ni robados, vamos, ni siquiera amenazados por algún malandrín (ellos), o acosadas por el típico Don Juan de esquina borrachín (ellas), porque los más (entre los que nos encontramos, desgraciadamente piloto y copiloto de esta unidad), hemos sido víctimas no de uno, ni de dos, sino de varios hechos delictivos que aún tratamos de olvidar, por el bien de nuestra salud, física y mental). Antes, tal exposición al peligro era exclusivo de aquellos osados seres que debían internarse (en el lapso comprendido entre el ocaso y el amanecer), por alguna de las colonias periféricas al Valle de México; hoy en día, la cosa ha cambiado: ya no hay ni exclusividades, ni horarios, ni edades; todos estamos expuestos a sufrir algún atentado contra nuestra dignidad primeramente, luego contra nuestra salud, y, finalmente, contra nuestras pertenencias (que van desde una simple moneda ganada con el sudor de nuestra frente, hasta un automóvil último modelo, dependiendo del...

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