México, víctima y victimario

Ante las bardas estadounidenses

Colocado en medio de sus propias asimetrías económicas y sociales, así como entre la poderosa economía estadounidense y una de las regiones más pobres del mundo, México es escenario de todas las expresiones del fenómeno migratorio.

Con un crecimiento que se revela por el hecho de que en 1980 se aseguró en el país a la misma cantidad de extranjeros sin documentos que hoy se asegura en 15 días, y porque hoy en un mes sale hacia Estados Unidos el mismo número de mexicanos que hace tres décadas emigraba en un año, la migración se yergue como una de las grandes asignaturas del Estado mexicano en los próximos 20 años.

Para responder a este escenario, cada vez más vasto y complejo, el país debe resolver tanto lo que ocurre en su frontera norte como en la sur, en cuyos respectivos panoramas los mexicanos somos víctimas y victimarios.

Con la proyectada construcción de mil 126 kilómetros de bardas en la frontera con México, la administración Bush se empeña en sostener una estrategia probada y reprobada. Las barreras no son una novedad: de 1980 a la fecha Estados Unidos ha construido 120 kilómetros de bardas en su frontera sur. Lo que sorprende es el empecinamiento en multiplicar por 10 una medida evidentemente inútil para reducir la migración.

Tampoco ha podido contenerla el incremento de 135 por ciento en el número de agentes de la Patrulla Fronteriza durante la Presidencia de Bush, ni la incorporación de más tecnología en la frontera. Esta creciente inversión en vigilancia ha sido contraproducente: sólo ha propiciado más violencia sorda en la frontera, mayor presencia del crimen organizado, más xenofobia y más muertes de migrantes.

Un dato basta para probarlo: las cifras oficiales evidencian que de 1994 a 2000 cada año murieron en la frontera una media de 206 migrantes; de 2001 a 2005, el promedio anual se incrementó a casi al doble: 380.

Los resultados de estos esfuerzos norteamericanos hacen ilógico extender sus alcances. A menos que haya una agenda oculta y se busque obtener los mismos resultados. Esto es, que los muros -físicos y virtuales- operen como filtros para que sólo logre llegar la cantidad necesaria de indocumentados. Si así fuera, queda claro que Estados Unidos ejerce su prerrogativa de operar una política migratoria, pero también que ésta tiene perfiles atroces que contravienen el marco jurídico internacional y los derechos humanos.

El muro mexicano

En abril de este año, la Comisión Nacional de los...

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