México Roto

AutorFrancisco Martín Moreno

"El gobierno despótico es aquel en el que uno solo, sin leyes ni frenos arrastra a todo y a todos detrás de su voluntad y de sus caprichos...".

Montesquieu

Aquella madrugada, la del 3 de mayo de 2021, Martinillo descansaba con una expresión beatífica en el rostro, la de quien parecía estar en paz con la vida. En su sueño sonreía y respiraba plácidamente sin delatar la menor ansiedad, a diferencia de las noches de insomnio, las de eterna luna inmóvil, cuando unas manos frías, mecánicas, inconmovibles, lo asfixiaban con los ojos desorbitados. En ese amanecer ya no movía desesperado la cabeza de un lado al otro en busca de aire, ni se despertaba sentado en la cama con la mirada crispada, después de haberse sacudido a patadas las sábanas como si se le hubieran enredado reptiles gelatinosos en las piernas. Padecía justificadas resistencias al tratar de dormir, porque una y otra vez soñaba con la terrible sensación de precipitarse en el vacío de grandes alturas para recuperar la conciencia justo cuando estaba a punto de estrellarse contra el piso. En cambio, en aquella alborada, ya no se dolía, como en otras ocasiones, de los golpes descontrolados del corazón que amenazaban con romperle el pecho cuando un conjunto sucesivo de imágenes fantasiosas lo despertaban empapado en un charco de sudores helados.

En ese momento, ajeno a las pesadillas recurrentes, un conjunto de felices visiones empezaron a hacer acto de aparición en su mente alucinada. El periodista finalmente dormía a placer sin somnífero alguno. Ese sueño, por lo visto, le regalaba un espacio de calma y reconciliación, una breve y dichosa vacación al margen de sus obsesiones periodísticas y literarias. ¡Cuántos malos ratos le hacían pasar también los protagonistas de sus novelas históricas, nacidos de su pluma incendiaria, al jugarse la existencia en cada párrafo, víctimas de arrebatos pasionales que el propio escritor, hecho de fuego, como él mismo decía, a veces tampoco podía controlar porque se le escapan como arena fina entre los dedos de las manos! Solo él y sus colegas podían entender e intercambiar los sentimientos venturosos o exasperantes entre quienes invertían lo mejor de sus días en la narrativa.

El ensueño comenzó cuando escuchó el himno nacional, verdadera música para sus oídos, interpretado con entusiasmo y rigor marcial por la banda de la marina armada. Los uniformes blancos, impolutos, le otorgaban una gran solemnidad al evento. Bastó con oír repentinamente las voces del...

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