México: En sus manos sucias

AutorÉlmer Mendoza

El doctor estuvo tranquilo hasta que se topó con los hermanos Pinzón de la Sierrita de los Noriega. Transpiraba. No tengo por qué engañarlos, muchachos, sólo un milagro salvaría a la señora. ¿Milagro? Mis huevos, doctor, usted salva a mi madre o se le arranca, expresó el mayor de los hermanos. Sus ojos eran una brasa en el ombligo. Pero no es cuestión de querer o no querer, ha rebasado todos los límites, no me explico por qué me la trajeron hasta ahora, cuando no tiene remedio. Ey, ey, párele doctor, usted no es quien para decirnos lo que debemos hacer, usted alíviela y ya. Es justo lo que no puedo hacer. Se hallaban en un pasillo de la clínica, el menor desenfundó, portaba una Mágnum niquelada. O la cura, o aquí se le acaba el corrido; no obstante, el médico sabía que no podía hacer nada. Es que no tiene lucha, se los juro por mi madre, por Dios, por mis hijos. Fue el mayor el que disparó al corazón. Luego se oyeron los pasos que se alejaban en busca de otra clínica.

El grado de relación entre la delincuencia y el poder se mide por el nivel democrático de los pueblos. Donde la democracia es débil, el delincuente rifa. En nuestro País, las bandas de delincuencia organizada, con años operando en función de arreglos renovables cada que lo consideran necesario las partes, han generado formas tan significativas de incidir en la sociedad que la mayoría de sus dirigentes se han convertido en mitos. Su vida es parte del imaginario colectivo y se manifiesta en corridos, leyendas, formas de vestir, joyería y desde luego en literatura. Lo más sorprendente, aparte de la manera en que derrochan el billete verde, es cómo tienen sometidas a las instituciones emanadas del poder político, económico y religioso, cómo ejercen la impunidad.

El hombre de nuestro tiempo es violento, irritable y traicionero. Tal parece que las condiciones de convivencia actuales están poniendo al descubierto tendencias que se creían controladas. Manifestaciones de violencia primaria, como agredir sin venir al caso o cercenar. Durante décadas se ha señalado a Hitler como el peor asesino de la Historia. Tal parece que lo quisieran emular. Los grados de crueldad no se repiten, generalmente existe una intención no siempre soterrada de rebasarlos, de hacer más. De pronto, mil muertos con arma de fuego son cosa de benignos, la crueldad la expresan los que mutilan, cortan cabezas o miembros como señal de poderío y control de ciertos sectores sociales, los que se valen de instrumentos...

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