El mercado de Cuernavaca: Un lugar de eterna tradición

AutorLaura Pérezsandi

Fotos: Fabián García

En el corazón de la ciudad de la "eterna primavera" existe un inmenso lugar que puede llegar a ser mágico. Está lleno de colores, de rostros, de olores y sabores... de tradición. Expende desde frutas, flores, semillas y hierbas, carnes, quesos y abarrotes, hasta enseres para el hogar, ollas de barro, peltre, canastas y carbón. ¿Su nombre? El mercado Adolfo López Mateos, el más grande y el principal.

Al pasear entre sus laberínticos caminos, llaman poderosamente la atención los canastos repletos de jumiles o chinches de monte; pequeños insectos que abundan en la humedad de los cerros, de fuerte presencia en la gastronomía prehispánica, parecidos a los escarabajos, pero pequeños.

Se colocan en ollas de barro bien tapadas con hojas de maíz al momento de capturarlos, para que lleguen vivos y en buen estado al comprador que gustoso los adquiere en una bolsita de plástico para comerlos sin más ni más. En ocasiones secos y tostados con jugo de limón y sal o cocinados en salsa de jitomate y chile guajillo.

Un laberinto de pasillos invita a continuar con las compras. No hay pierde. Todos los productos están distribuidos por zonas: las carnes, aves y vísceras, pescados y mariscos, un gran surtido de abarrotes, y como si fueran joyas, una gama de coloridas, olorosas y jugosas frutas y verduras que saltan a la vista.

Al pasar por los puestos de masa blanca y azul, llega a la mente la variedad de antojitos que se pueden preparar: unas tortillas bien calientitas para acompañar un guacamole, sopes de diversos rellenos, chalupas y...

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