Mensaje de Rosario Ibarra al recibir medalla Belisario Domínguez

CIUDAD DE MÉXICO, octubre 23 (EL UNIVERSAL).- Este miércoles el Senado de la República galardonó a la activista Rosario Ibarra de Piedra con la medalla Belisario Domínguez. En su representación, sus hijas Claudia y Rosario Piedra Ibarra fueron quienes asistieron a la sesión solemne en la Cámara Alta, en donde recibieron la distinción.

En el emotivo mensaje escrito por Rosario Ibarra, y el cual fue leído por una de sus hijas, destaca su vivencia como activista en la lucha por la aparición con vida de desaparecidos. En la misiva, Ibarra de Piedra dejó en custodia la medalla Belisario Domínguez al presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien solicitó no dejar inconclusa su lucha y devolvérsela hasta dar con la verdad sobre el paradero de seres queridos desaparecidos.

A continuación te dejamos el discurso íntegro de la activista Rosario Ibarra de Piedra, en lectura de Claudia Piedra Ibarra en el Senado de la República.

Buenos días.

Señor Presidente Andrés Manuel López Obrador.

Senadores y Senadoras.

Compañeras del Comité ¡Eureka! que aquí se encuentran presentes.

Compañeros, amigos y camaradas, señoras y señores.

Por más de cuatro décadas el Comité ¡Eureka! ha transitado azorado del terror oficial, sintiendo el dolor de saber cautivos y torturados a nuestros seres queridos, recibiendo como tremendas bofetadas en la cara la palabra hueca, la declaración engañosa o el discurso falso.

El mal gobierno mexicano, transgrediendo todas las leyes, privó de su libertad, de su dignidad y de justicia a nuestros familiares, los desaparecidos políticos.

La violencia alcanzó a nuestras familias completas, arrasó con poblados enteros, donde se detuvo a todos los hombres y mujeres viejos, a los que la casualidad los llevó a portar el mismo apellido de alguno de los insurrectos que eran buscados y perseguidos.

Atestó los caminos de soldados y retenes, donde también se hicieron cientos de detenciones injustas de gente inocente. Llenó de presos políticos las cárceles de todo el país. En las ciudades, las hordas de la Dirección General de Seguridad y la Brigada Blanca allanaban los domicilios, saqueando y golpeando sus moradores, y deteniendo a cualquiera.

Las cámaras de tortura de los campos militares, las bases navales y aéreas, y todos los centros clandestinos de detención, se tiñeron de sangre y retumbaban con los alaridos de dolor de las víctimas.

Mi adorado esposo, firme soporte de mi vida, fue torturado, viviendo en carne propia lo que le esperaba a todo aquel que era detenido. Los poderosos del sistema, los empresarios cómplices, sostén de estos malos gobiernos, prestaban sus ranchos para que nuestros...

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