La Menor Importancia / Sosiego forzoso

AutorJosé Israel Carranza

Por la errónea suposición de que en ellas nada distinto puede hacerse de lo que su nombre indica, las salas de espera tienen tan mala fama que se piensa que la vida y el mundo serían mejores si no existieran. Califican, por ello, en la categoría más baja de las actividades inevitables más indeseables en el trajín de todos los días, junto a hacer fila, extraviar las llaves, perder el camión, o sentarse a la mesa que atiende una mesera mula, y sólo están por encima de recibir una multa, pagar impuestos (o pagar la multa) y encontrar a una persona detestada sin que sea posible sacarle la vuelta. La razón de tal desprestigio es difícilmente desmontable: hacer antesala, para lo que sea, es perder el tiempo. Y aunque así sea, en efecto, lo cierto es que hay un prejuicio que debería revisarse antes de comenzar a tamborilear con los dedos, mirar al techo, hojear por enésima vez la revista arrugada que ha pasado ante miles de ojos impacientes y maldecir la suerte que nos ha apartado del mundo para recluirnos en ese limbo que siempre parecerá eterno, por breve que sea: el prejuicio de que perder el tiempo es cosa mala y debe evitarse a como dé lugar. El dentista se ha esmerado más tiempo del razonable en la endodoncia que nosotros haríamos en cinco minutos con ayuda de un picahielos, y ya lleva dos o tres turnos de retraso; algo pasó que la pantallita mágica que regula la existencia del aeropuerto se obstina en negarnos la señal de abordar el avión donde habremos de esperar otra media hora a...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR