LA MENOR IMPORTANCIA / ¡Prohibido!

AutorJosé Israel Carranza

Recientemente se informó que el Gobierno chino ha prohibido los viajes en el tiempo. En todas las versiones que he encontrado de la noticia, y en las reacciones que he conocido, hay un ingrediente de sorna: cómo va a ser.

Admito que, por lo general, es saludable recelar cuando se estatuye una prohibición, y más si ésta viene por cuenta de un gobierno como el chino, que tan pésima fama tiene -y tan bien ganada- de autoritario e intransigente con las pretensiones de libertad de sus gobernados (aunque, por lo visto, parece bastar que éstos hagan mucho dinero para soltarles la rienda: hace poco vi un reportaje sobre los clubes de millonarios en motocicleta que rugen por las calles de Shanghái). Sin embargo, a poco de pensarlo, fui persuadiéndome de que la medida puede no ser objetable, al contrario: ¡ya era hora de que alguien tomara previsiones!

Los viajes en el tiempo, como lo ha demostrado incontables veces la imaginación de los hombres, no pueden sino tener consecuencias desasosegantes -en el mejor de los casos; en el peor, catastróficas, como está a punto de ocurrir siempre que algún nuevo viajero se lanza hacia el pasado o hacia el futuro y, por ello, peligra horriblemente el presente.

Es sabido que, al dirigirse hacia un punto cualquiera de lo ya ocurrido, existe siempre el riesgo de introducir una serie incontrolable de cambios por cuyos efectos el instante actual queda automáticamente cancelado; pero también al moverse hacia adelante hay peligro incalculable, como lo demuestra un cuento atroz (y maravilloso) de Stanislaw Lem, donde un viajero interestelar, al sufrir un desperfecto en su nave, y al pasar...

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