LA MENOR IMPORTANCIA / Prohibido

AutorJosé Israel Carranza

Suele decirse que el mejor modo de alentar la proliferación de cualquier cosa (mercancías, conductas, ideologías, arte) consiste en prohibirla con impedir la libre circulación de algo, según este enfoque abusivamente simplificador, y más bien inservible, se da lugar al tráfico soterrado, ilegal y por tanto punible, y por tal razón ese algo se vuelve automáticamente más apetecible o codiciable es más excitante conseguirlo, y las dificultades que deben sortearse para su obtención incrementan su valor simbólico o material. Así, el consumo de determinadas sustancias, por ejemplo, o bien la adhesión a determinadas formas de comprensión de la realidad, estarían explicados por el dudoso componente de emoción o aventura que hay en moverse al margen de la ley -sacándole la vuelta a las prohibiciones, desentendiéndose de las regulaciones y los controles que dan forma al Estado de derecho-; así, siempre desde este enfoque, la supresión de las tentaciones desembocaría en la erradicación de los males (aquí los defensores de la despenalización del consumo y tráfico de drogas invariablemente recuerdan el fin de la Ley Seca en Estados Unidos, si bien soslayan el hecho de que la mafia a cargo habrá mudado de giros, pero no se acabaron los borrachos).

El tema, desde luego, es muchísimo más complejo, pero da la impresión de que el poder de la tentación -y, en consecuencia, el de la prohibición- está sobreestimado. Además: cuando una sociedad, como la mexicana, está intoxicada y neutralizada, ya no digamos por las...

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