La Menor Importancia / En órbita

AutorJosé Israel Carranza

La noticia, que se dio a conocer hace más de una semana, pasó más bien inadvertida: según reveló alguna fuente autorizada (un astronauta, parece), Bill Gates, el dueño de Microsoft (aunque, a estas alturas, ¿hace falta aclarar quién es?), se ha propuesto ingresar al exclusivo club de los «turistas espaciales», es decir, el reducido grupo de los multimillonarios que pagan por abordar una nave que los lleva a pasear más allá de la estratosfera. Para qué hacen esto, no acaba de quedar muy claro: quizás sea la emoción, que nadie va a discutirles, de contemplar el planeta desde lejos -acaso para deleitarse apreciando lo desolado que luce sin ellos, y tanto mejor si aquí abajo se quedan los paisanos desquiciados que de repente la emprenden a balazos contra sus compañeros de universidad... claro, quizás no venga muy al caso la observación, pero qué alivio debe ser salir tantito de la Tierra mientras anda suelta gente como el coreano endemoniado-; puede que los mueva eso que se da en llamar «espíritu aventurero», y desde luego que cualquiera está en su derecho de saltar en paracaídas, escalar montañas, bucear o cualquier otra necedad por el mero gusto de hacerlo, y sobre todo si lo hace con su dinero, por ocioso que pueda parecernos a quienes hallamos igual o más excitante una buena siestecita enfrente del televisor. El caso es que, por lo visto, el nerd más exitoso de la historia está a punto de darse el gusto de ser astronauta por un rato, así sirva para maldita la cosa su presencia en la tripulación de la nave que le haga lugar.

Debe de ser...

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