La menor importancia / Americanos

AutorJosé Israel Carranza

Antes llamábamos así a los vecinos del norte. ¿Por qué dejamos de hacerlo?

Americanos

. Era el término que con toda naturalidad se usaba hasta no hace mucho para referirse, en México, a los estadounidenses. Eran «americanos» los inconfundibles jubilados de Ajijic, lo mismo que un señor que yo de niño veía cuando acompañaba a mis papás a oír la serenata en la Plaza de Armas: me llamaban la atención su soledad, su lentitud, su evidente inoperancia para comunicarse con nadie (debía de hablar pésimo español, me imaginaba), la extrañeza que encarnaba con su estatura y sus ojos azules enrojecidos de «americano».

Las películas repetían el estereotipo del gringo vociferante y con pésima pronunciación del español, risón y escandaloso, medio baboso -a menudo víctima de la astucia o la marrullería de un mexicano-, generalmente adinerado, con esposa rubísima y también algo melolenga... Vaya, como la pareja que trata de hacer negocio con los fabricantes indígenas de artesanías en "Canasta de Cuentos Mexicanos", la adaptación que hizo Julio Bracho (con guion de Juan de la Cabada) del libro homónimo de B. Traven. Güeros, pecosos y dientones eran los «americanos» de los cartones políticos en la prensa, y a veces siguen siendo así, como hijos todos del Tío Sam de Rius, nomás que dejamos de llamarlos de ese modo.

Quizás una explicación esté en la entrada de México al TLC: por alguna razón...

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