Memorias de La Silla / El jefe máximo

AutorGuadalupe Loaeza

Calles era la encarnación del poder supremo: lo acusaban de estar detrás del asesinato de Obregón, de haber gobernado el país a través de tres presidentes (entre 1928 y 1934), y de encabezar una guerra contra la Iglesia católica, por lo que era visto casi como la encarnación del diablo.

Pero lo que quizá sea lo más importante de su carrera política es que Calles fue el creador de la estructura más fuerte y más exitosa del siglo XX: el PRI. Es cierto que comenzó llamándose de otro modo, pues era entonces, en 1929, el Partido Nacional Revolucionario. Pero la genialidad de reunir a miles de fuerzas políticas dispersas por el país en tres sectores (campesino, obrero y popular), fue producto de él. Por esa razón, en las oficinas del PRI, en la avenida Insurgentes Norte, podemos ver una gran estatua de este político.

Lo más sorprendente de Calles era que logró tener el mayor de los poderes en nuestro país, a pesar de que en sus orígenes era cantinero, maestro de Primaria y luego administrador de un hotel. Pero gracias a que se unió a la Revolución maderista, se pudieron ver sus dotes militares y estratégicas. Como además fue uno de los fieles de Álvaro Obregón en su lucha contra Pancho Villa, Calles tuvo todas las atenciones de Obregón, así que lo nombró primero gobernador interino de su natal Sonora, y después lo llevó a su gabinete como secretario de Gobernación.

¿Cómo es que llegó a la Presidencia este personaje hosco, desconfiado, de muy pocas palabras, lleno de achaques, de carácter duro y muy autoritario?

Para llegar al poder, tuvo que enfrentarse a sus dos grandes enemigos: el general Saturnino Cedillo, quien era el gran cacique de San Luis Potosí, y Adolfo de la Huerta, quien por el contrario tenía un carácter tan agradable, que le caía bien a todos. En cambio, Calles tenía en contra a buena parte de los militares del país. Sin embargo, mostraba sus aspiraciones políticas, sin que Álvaro Obregón diera muestra de nada. En 1924, se terminaba el periodo de Obregón (entonces eran cuatrienios), y el Presidente tenía que decidir. Acerca del Presidente que terminaba hay que decir que sus atributos políticos eran muchos: tenía todo el colmillo del mundo, sabía dominar a todos los caciques del país, tenía una memoria privilegiada y una astucia fuera de duda, pero sobre todo, actuaba de manera implacable. Recordemos que Adolfo de la Huerta era el candidato que más quería suceder a Obregón, al grado que sus aspiraciones inspiraron en gran medida la...

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