Memorias de un príncipe

La ley del hampa, que de la noche a la mañana convirtió a George Bancroft en un ídolo aclamado, es un buen ejemplo del trabajo como productor de mi padre en estado de gracia. La ley del hampa contaba con un presupuesto limitado, y sus protagonistas debían ser Bancroft, que por entonces era un mero actor de reparto, y Evelyn Brent, la seductora protagonista de pelo oscuro de unos cuantos melodramas de la Paramount. Papá encargó la dirección de la película a Joe von Sternberg.

El despiadado, implacable pero leal señor del hampa, tratado no como el tipo duro convencional, sino como una nueva clase de héroe de culto, convirtió La ley del hampa en un éxito inesperado y modificó el tren de vida nacional, e incluso el internacional. Hoy casi olvidada, La ley del hampa supuso en aquella época un hito equiparable a Asalto al tren expreso, El nacimiento de una nación y El gran desfile. El estreno de la Ley del hampa abrió la puerta a las películas de gángsters. Aquel tipo corpulento y torpe de duras facciones se convirtió en el precursor de ese inmortal plantel de buenos malos como Jimmy Cagney, Eddie G. Robinson, John Garfield y Bogie.

Papá sabía que Bancroft era una mina de oro, y el imperioso e inescrutable Joe von Sternberg ya era un director de prestigio. De modo que B.P. le encargó nuevas exploraciones y explotaciones de los bajos fondos en Operación captura, Los muelles de Nueva York y Rayo. Papá solía decir que Von Sternberg era tan insoportable tras haber alcanzado el éxito como cuando aún luchaba por obtener reconocimiento. Por otro lado, decir que a George Bancroft se le había subido la fama a la cabeza sería quedarse corto. Como el fuego prende en un traje de algodón, se había propagado por su pecho, su pelvis y hasta los dedos de los pies. A medida que La ley del hampa generaba reseñas entusiastas y colas que doblaban las esquinas desde Nueva York hasta Roma, Bancroft empezó a hablar, caminar, comer y pensar de un modo distinto. Yo lo noté en la forma en que cruzaba en su automóvil la entrada principal de los estudios para ir a su lujoso camerino. La fama no sólo le había afectado a la cabeza, sino que también se había filtrado en su forma de interpretar, tal como pude comprobar yo mismo mientras Von Sternberg dirigía al rey del hampa de la Paramount en Operación captura.

Von Sternberg hablaba a sus actores como si éstos fueran niños...

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